miércoles, 18 de junio de 2014

a dos segundos

        Gabriel era sencillo. Tan sencillo que los vecinos lo consideraban digno de aparacer como ejemplo de sencilles en una persona. Incluso Nora, dos casa a la derecha, le mandó un mail a la Real Académia Española transmitiendo tal recomendación, y algúna mas relacionada al mundo nuevo, para ella, que era La Internet, gracias a la paciencia de Gabriel, que la intrudujo ahún sin tener computadora ni casilla de correo. Los muchachos del barrio, que no se ausentaban día alguno del kiosco de la vereda de enfrente, acompañados eternamente de la malta que olvida los pesares de la vida, siempre lo invitaban con un trago. Pero él rara vez aceptaba. Quizá solo cuando volvía al su casa. Un ph en planta alta entre Devoto y algún otro vario porteño, le había quedado de su tía cuando ella murió.
       
           Nadie sabia de que vivia. En el edificio de la esquina, en alguna charla de acensor se decía que cobraba un plan y con eso le alcanzaba, en otra que robaba la basura de los demás, y aveces los menos preocupados, usualmente más jovenes tentaban de creer que era un probable transa. Pero tan lejos estaba toda esta gente que núnca le llegaron a conocer. Mirna desde la casona de la vuelta suponia que las changas y la jardineria le daban vida a Gabriel, pero él solo hacia changas en su casa. Siempre le habia gustado su jardin.

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